12/9/06

Un cuento

No hace mucho un amigo me recomendó que leyese a Augusto Monterroso, el libro escogido fue "La oveja negra y demás fábulas" del que ya os he colgado aquí el monólogo del bien y del mal, el libro es una pequeña joya que no tarda en leérse más de una hora y os lo recomiendo fervientemente, desde Borges (salvando las distancias)no había visto tanta maestría para el relato corto. (Quién no haya leído "El Aleph" ya está tardando en hacerlo).

Os transcribo ahora otro cuento del mismo libro, un poco más extenso, que dedico a todo aquel que crea que para imponerse en esta vida hay que ser violento y mostrar fiereza y malos modos.

EL CONEJO Y EL LEÓN.

Un célebre psicoanalista se encontró cierto día en medio de la selva, semiperdido.Con la fuerza que dan el instinto y el afán de investigación logró fácilmente subirse a un altísimo árbol, desde el cual pudo observar a su antojo no solo la lenta puesta de sol sino además la vida y costumbres de algunos animales, que comparó una y otra vez con la de los humanos.

Al caer la tarde vió aparecer, por un lado al Conejo; por otro, al León.

En un principio no sucedió nada digno de mencionarse,pero poco después ambos animales sintieron sus respectivas presencias y, cuando toparon el uno con el otro, cada cual reaccionó como lo había venido haciendo desde que el hombre era hombre.

El León estremeció la selva con sus rugidos, sacudió la melena majestuosamente como era su costumbre y hendió el aire con sus garras enormes; por su parte, el Conejo respiró con mayor celeridad, vió un instante a los ojos del León, dió media vuelta y se alejó corriendo.

De regreso a la ciudad el célebre psicoanalista publicó Cum Laude su famoso tratado en el que demuestra que el León es el animal más infantil y cobarde de la selva, y el Conejo el más valiente y maduro: el León ruge y hace gestos y amenaza al universo movido por el miedo; el Conejo advierte esto, conoce su propia fuerza y se retira antes de perder la paciencia y acabar con aquel ser extravagante y fuera de sí, al que comprende y que después de todo no le ha hecho nada.

1 comentario:

Hefesto dijo...

Los psicoanalistas son la polla. Me encanta de Nabokov su aversión hacia ellos cuando, por ejemplo, se jacta, en el prefacio de su novelita El ojo, de que no han logrado dar con ningún análisis en sus libros: "los freudianos revolotean ávidamente en torno a ellos, se acercan con oviductos ardientes, se detienen, husmean y retroceden".